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Iglesia en Zamora 178: Inmaculada Concepción
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Iglesia en Zamora 178: Inmaculada Concepción

08/12/2013

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Iglesia en Zamora 178: Inmaculada Concepción

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Muy queridos amigos:

Nuestra mirada de fe se dirige en este día, sobre todo, a la Virgen María, ya que celebramos la Solemnidad de su Inmaculada Concepción, una de las fiestas más destacadas de la Madre de Cristo, lo cual nos lleva a procurar asimilar lo que significa esta singular gracia que la Iglesia le reconoce. Para acercarnos a la concepción inmaculada de María debemos recordar que esta afirmación se refiere a que ella fue exenta de una condición que es común a todos los hombres y mujeres cuando llegan a este mundo: el pecado original, de tal modo que la humanidad entera está bajo su influencia, generando la debilidad humana por haber devaluado su relación con Dios.

Aunque nos damos cuenta que el reconocimiento y la percepción del pecado original, proveniente de la desobediencia a Dios de los primeros padres del género humano, resulta extraña o es rechazada por nuestro contexto cultural, de manera que hasta los mismos cristianos llegamos a minusvalorar o incluso cuestionar esta realidad. Pero la fe católica nos enseña que todos los hombres estamos solidariamente vinculados por la acción del pecado original que ha distorsionado nuestra amistad con Dios, tal como Él la había previsto y propuesto a su criatura más predilecta: el hombre. De tal modo que sólo por la acción de Dios se podrá lograr la superación del pecado original.

Así ha sido Dios mismo quien ha querido restablecer la amistad con el hombre para lo cual ha enviado a su propio Hijo, el cual por medio de toda su vida encarnada, sobre todo por su Pasión, Muerte y Resurrección, ha vencido el poder destructivo y esclavizante del pecado sobre el hombre y le ha restituido a la comunión con Dios.

Con vistas a extender universalmente esta acción liberadora del pecado original, y, sobre todo, como signo anticipador de la fuerza regeneradora del ser humano que Cristo iba a aportar con su venida, Dios liberó a María del pecado original desde su concepción, de tal modo que ella fue la primera beneficiaria de la redención de Cristo.

Por eso confesar a la Virgen como la Inmaculada conlleva que se reconoce que ella, a semejanza y asociada íntimamente a su Hijo, es ya la nueva humanidad, debido a que Dios la rescató de toda la influencia perversa del pecado. Esto implica que en María actuó de modo previsorio la salvación de Dios, por eso es la llena de gracia.

Que María sea, tal como la llamamos afectivamente: la Purísima, supone, también, que está colmada de la pureza o la luminosidad de Dios, por la cual toda la vida de la Virgen estuvo orientada hacia su Señor y Salvador. Esto conlleva que, frente a la tendencia refractaria a Dios presente inicialmente en todos los hombres, fruto del pecado original, en María se desarrollará continuadamente la apertura confiada y la disposición voluntaria para vivir a la escucha atenta de Dios y en actitud receptiva para asumir lo que Él quiera hacer de su personal existencia. Por eso la Inmaculada se nos muestra como la aurora y la prueba de que Dios nos libera del poder del mal y nos capacita para recibirlo y asemejarnos a Él, haciendo de nuestra vida un fiel reflejo suyo.

+ Gregorio Martínez Sacristán

Obispo de Zamora

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