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¿Señoras que “dan misa” en los pueblos?
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Reportajes de la Vicaría General

11/06/2014

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¿Señoras que “dan misa” en los pueblos?

Los celebrantes de la Palabra, un don para nuestra Iglesia diocesana. Reproducimos a continuación el reportaje central de la hoja diocesana Iglesia en Zamora nº 191.

Zamora, 11/06/14. Recientemente han sido protagonistas en medios de comunicación nacionales. Al menos aparece Zamora para algo bueno. Sin embargo, la presentación sensacionalista que han hecho algunos impide ver la extraordinaria realidad de un centenar de católicos de esta Diócesis (varias religiosas y, en su inmensa mayoría, laicos) que los domingos y fiestas colaboran con los sacerdotes para que las parroquias rurales puedan seguir celebrando el día del Señor.

Antes de continuar, hay que aclarar que nadie “da” la Misa. Este sacramento, central para los creyentes, se “celebra”. El papel del obispo o del cura es “presidirla”. Y?si vemos en la iglesia que no es el sacerdote quien preside la celebración de un domingo, es señal inequívoca de que nos encontramos ante una celebración que no es una Misa. Y entonces el laico o el consagrado que está allí la “dirige”. No es una cuestión de simples palabras, porque cada verbo tiene su significado preciso.

El mes pasado, Gregorio Martínez Sacristán, nuestro obispo, ha publicado un Directorio, después de consultar con el Consejo Presbiteral, el órgano que representa a los sacerdotes y que lo asesora en el pastoreo de la Iglesia local. Se trata de un documento que regula esta realidad de las celebraciones de la Palabra, y que aquí se llaman, con su nombre más exacto, “Asambleas Dominicales en Espera de Presbítero”?(ADEP).

En la Diócesis de Zamora esta realidad surgió a finales de los años 90 en Aliste, donde cada vez era más difícil asegurar la Misa dominical en los pueblos. Primero las Hermanas del Amor de Dios y después varios laicos comprometidos comenzaron a desempeñar este ministerio. Más tarde, esta práctica se ha extendido a otras zonas donde los presbíteros cada vez atienden más comunidades:?Alba, Sayago, La Guareña y El Pan.

Como afirma el nuevo Directorio, estamos en una época de profundos cambios que afectan a toda la sociedad y también a la Iglesia. Por una parte, el número de sacerdotes disminuye sensiblemente. Por otra parte comunidades florecientes, que en el pasado tenían pastor propio, se han ido despoblando y ya no cabe pensar en que puedan tener un sacerdote que las acompañe de la misma manera que en otros tiempos.

Normativa diocesana

En el Directorio, después de explicar el sentido de estas celebraciones y las normas que ha dado la Iglesia universal, se detallan los criterios que regulan este tema en la Diócesis de Zamora:

1. Compete al Obispo diocesano, oído el parecer del Consejo Presbiteral, establecer si en la propia Diócesis debe haber regularmente reuniones dominicales sin la celebración de la eucaristía y dar normas generales y particulares para ello, teniendo en cuenta las circunstancias de las personas y los lugares.

2. La ADEP está autorizada cuando el párroco tiene a su cargo pastoral más de cinco parroquias y no dispone de la colaboración de otro sacerdote.

3. En las comunidades que no pueden tener la celebración dominical de la eucaristía sólo se han de tener ADEP cuando a los fieles que residen en ellas les resulta imposible trasladarse, aun con sacrificio, a otra parroquia cercana.

4. El párroco escuchará el parecer de los sacerdotes del arciprestazgo antes de iniciar esta experiencia. Se informará al Ordinario diocesano  y se dará la oportuna catequesis a los fieles.

5. No habrá ADEP en la comunidad que haya tenido eucaristía vespertina el sábado.

6. Se dará a conocer la programación de las eucaristías y las ADEP de la zona para facilitar a los fieles el desplazamiento a las iglesias en que se celebra la eucaristía. Sería deseable que todos los domingos hubiera, de forma estable, una eucaristía, en horario conocido por toda la zona y en el lugar más idóneo, que pudiera ir convirtiéndose en la “eucaristía de referencia”.

7. Se celebrará la eucaristía algún día entre semana, al menos quincenalmente, en las parroquias que han tenido ADEP, sin confundir esta eucaristía con la celebración dominical.

8. En todo lo no regulado en estas normas diocesanas se observará lo dispuesto en la disciplina universal sobre este tema.

9. La celebración de las ADEP se hará siguiendo el ritual que se proporcionará, a tal efecto, por la Delegación Diocesana de Liturgia.

10. Por tanto, se proponen dos modelos diferentes:?con la distribución de la comunión, y con un tiempo de adoración del Santísimo.

11. Deberá percibirse siempre con claridad la diferencia entre la eucaristía y la celebración de la palabra, también ritualmente.

12. A través de estas celebraciones, los fieles habrán de tomar conciencia de la necesidad de la participación dominical de la Misa y el servicio imprescindible de los sacerdotes.

13. La participación en la comunión se determinará después de un discernimiento de cada párroco con el Ordinario diocesano, según las circunstancias del lugar y las personas.

14. La preparación de las ADEP los domingos se hará en equipo presidido y animado siempre por el párroco correspondiente de cada comunidad.

15. Donde sea posible se desea que los que van a dirigir la celebración participen en la eucaristía dominical presidida por el párroco, y desde ella sean enviados para el ejercicio de su servicio llevando la Palabra y la Comunión a los que no han podido ir a la Eucaristía.

16. Corresponde a los párrocos la atención y cuidado inmediato de las ADEP que se realizan en sus parroquias, puesto que los que dirigen las celebraciones actúan como colaboradores suyos y bajo su autoridad.

¿Quiénes son los celebrantes?

El nuevo Directorio diocesano de las Asambleas Dominicales en Espera de Presbítero afirma que en bastantes lugares de nuestra geografía, estas celebraciones son una realidad asentada. Hay un buen grupo de personas, a los que familiarmente llamamos “los celebrantes”, que son los que conducen esta oración dominical y destacan por su generosidad y entrega. Suelen ser personas sencillas con un nivel de formación algo más alto que el resto de los fieles.

Los candidatos a este servicio deben ser personas de vida cristiana ejemplar, con madurez humana, creyente y eclesial, con actitud comprobada de servicio, con cualidades para el trabajo en equipo, para la comunión y la corresponsabilidad. Además, allí donde sea posible, es bueno que sean personas de la misma comunidad.

Para la formación de los que van a animar celebraciones se contemplan varias modalidades complementarias. La primera es un cursillo inicial de formación (una breve presentación sintética de la fe católica, se tendrá en cuenta una iniciación sencilla a la Sagrada Escritura, una comprensión fundamental de lo que es la Iglesia y los ministerios en ella y una apropiada formación litúrgica). Se culminará el cursillo de preparación con una bendición particular del Obispo y la presentación en las comunidades a las que van a servir.

De forma ordinaria, los celebrantes serán acompañados parroquial o arciprestalmente por los sacerdotes con los que colaboran. Y cada año se mantendrán tres encuentros diocesanos. En el primer encuentro de cada año se renovará el envío de cada celebrante. El Obispo determinará las personas que acompañen diocesanamente a estos ministros.

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