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Vicaría General

La Vicaría General se encarga de impulsar y coordinar las actividades de los distintos organismos y realidades diocesanas, en una Iglesia de comunión y corresponsabilidad, que favorezca la renovación personal y comunitaria en aras a la nueva Evangelización, con una atención especial a los que ya se han confirmado.

Nuestro Equipo

Vicario General: D. César Salvador Gallego
E-Mail: vicaria.general@diocesisdezamora.es

Provicario General y Moderador de la Curia
: D. Pedro Faúndez Mayo
E-mail: provicario.general@diocesisdezamora.es

Auxiliar de Vicarías: Dña. María Ángeles Nieves Alonso

C/ Ramos Carrión, 18. 49001 Zamora
980 531 802
vicaria.general@diocesisdezamora.es

Noticias Destacadas

¿Quién fue San Atilano?
¿Quién fue San Atilano?
El 5 de octubre Zamora celebra a San Atilano, un obispo del siglo X... ¿sabes quién fue? Ayer Los primeros datos biográficos existentes acerca de San Atilano, primer obispo y patrono de la Diócesis de Zamora, se hallan contenidos en un breve relato laudatorio del obispo San Froilán incluido en la “Biblia mozárabe” de la catedral de León, redactado en un monasterio berciano por el diácono Juan en el año 920. La narración afirma que el santo lucense se dedicó a la predicación de la Palabra de Dios, llevando una vida solitaria y teniendo como compañero a San Atilano, con quien construyó una celda en el monte Curcurrino. En el valle de Veseo edificó un cenobio y estableció una comunidad. El rey Alfonso III lo mandó llamar, haciéndole donaciones y autorizándole para construir otros cenobios. Edificó el de Tábara, dúplice, donde congregó a seiscientas personas, y otro junto al río Esla, en el que reunió a doscientos monjes. Fue consagrado obispo, a la vez que San Atilano, el día de Pentecostés, para ocupar las sedes de León y Zamora respectivamente. Aunque no se pueda colegir del texto mencionado atendiendo a su tenor literal, es posible que San Atilano permaneciese vinculado a San Froilán desde su encuentro con él en las montañas leonesas hasta el momento de la consagración episcopal, y que, tal como afirma la tradición, abandonase con él la vida anacorética o eremítica para abrazar el monacato y con él participase en las fundaciones patrocinadas por el rey Alfonso III. No volvemos a tener noticias de San Atilano hasta fines del siglo XIII, en que el franciscano fray Juan Gil de Zamora narra la invención de las reliquias de San Ildefonso de Toledo en la iglesia de San Pedro de Zamora, en 1260, y afirma que el cuerpo de San Atilano reposaba en el citado templo. Ya en el siglo XVI, Lucio Marineo Sículo, humanista siciliano, cronista de Fernando el Católico y profesor en la Universidad de Salamanca, dedica un extenso relato a San Atilano, inspirado posiblemente en los leccionarios antiguos. Su obra refiere que el santo, con veinticinco años de edad, se dirigió al monasterio de Moreruela, donde el abad Froilán lo nombró prior, y que ambos fueron consagrados obispos el día de Pentecostés para ocupar las sedes de León y Zamora. Y añade un dato legendario siendo ya obispo de Zamora: el de su peregrinación de penitencia y ulterior hallazgo de su anillo pastoral en el vientre de un pez, elementos narrativos que sirvieron para fijar la representación iconográfica del santo. Una de las obras de fray Atanasio de Lobera, publicada en 1596, es clave para comprender la confusión en la que se ha visto envuelta la figura del santo secularmente. Este monje cisterciense, manteniendo la vinculación de ambos santos, y habiendo encontrando documentos de otro obispo de León llamado Froilán a finales del siglo X y principios del siglo XI, modifica la cronología del San Atilano, situándolo como coetáneo de este último prelado. Afirma que San Atilano nació en Tarazona –dato que ya había ofrecido con anterioridad Alonso de Villegas– en torno a 939, siendo hijo de padres nobles, que lo concibieron tras un período de esterilidad. Educado en la virtud y después de concluir sus estudios a los quince años, recibió el hábito benedictino en un monasterio cercano a su ciudad natal y posteriormente fue ordenado sacerdote. Estando San Froilán en el monte Cuturrino fue admitido en su compañía y ambos fundaron un monasterio en el valle de Oveso, del que San Froilán fue abad y San Atilano prior. Admite que pudo ser monje en Sahagún, donde existió un ejemplar del tratado de San Ildefonso de Toledo dedicado a la virginidad de María, copiado de su mano según la inscripción que contenía. Llamados por el rey, recibieron dinero y licencia para fundar otros monasterios: el de Val de Tábara o Moreruela de Tábara, y el de Moreruela, de los que fue prior. En 990, al vacar las sedes de León y Zamora, fueron elegidos para ocuparlas, siendo consagrados ambos el día de Pentecostés. El padre agustino Manuel Risco, en su obra España Sagrada, demuestra el error de Lobera invirtiendo sus argumentos, citando el texto del diácono Juan antes aludido. En la historiografía moderna destaca el estudio de Palomeque Torres, que demuestra taxativamente que en la sede zamorana sólo hubo un prelado con el nombre de Atilano en los primeros años del siglo X, coetáneo de San Froilán y del rey Alfonso III, con testimonios documentales entre 905 y 917, y afirma la carencia absoluta de otros que prueben la existencia de un obispo del mismo nombre a fines del siglo X, cuando la sucesión episcopal se había interrumpido. Y el de Carriedo Tejedo, que propone para San Atilano un largo pontificado de veintitrés años, entre 900 y 922, según la documentación existente, en la que aparece con los nombres de Adtila, Atila, Atilla, Attila y Attilanus, y en ocasiones seguido del título de la sede zamorana. San Atilano fue canonizado por el papa Urbano II en el año 1092, en la ciudad de Milán, siendo uno de los primeros santos en ser elevado a los altares por la Iglesia Romana, pues hasta entonces lo hacían los obispos en sus respectivas diócesis. El Martirologio Romano actual lo coloca en el día 5 de octubre, con el siguiente texto: “En Zamora, también en Hispania, san Atilano, obispo, que, siendo monje, fue compañero de san Froilán en la predicación de Cristo por las tierras devastadas por los musulmanes (916)”. Probado su culto, al menos desde el siglo XII, sus restos se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso. Aunque no existe documentación que lo confirme, es muy probable que sus reliquias, junto con las del santo toledano, fuesen elevadas en 1496 a la capilla alta situada en el ábside de la mencionada iglesia, según consta en el rótulo del arco que divide las alturas: “AQUI SE ELEVARON LOS CUERPOS DE S. ILDEFONSO Y SAN ATILANO A 26 DE MAYO DE I496”. De sus restos falta el cráneo, que se conserva en la catedral de Toledo. En 1644 se concedió un hueso del brazo derecho al cabildo y ciudad de Tarazona, por mediación del rey Felipe IV. El fémur derecho, procedente del monasterio de Moreruela, al que se donó en 1662, lo posee actualmente la catedral de Zamora. También se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso otras tres reliquias que la tradición identifica con objetos usados por San Atilano: su anillo pastoral, el nudo y un trozo de la voluta del báculo, y un peine litúrgico. Actualmente, su conmemoración litúrgica tiene la categoría de fiesta, y al tratarse del patrono principal de la Diócesis de Zamora, se celebra obligatoriamente en toda ella el día 5 de octubre. Hoy Más de mil años después de que San Atilano fuese el primer obispo de Zamora, la Iglesia diocesana sigue viva en nuestras tierras. Un monje, como era común en la época, es llamado a ponerse al frente de la nueva Diócesis independiente. San Atilano fue el primero, después se irían sucediendo los obispos en Zamora hasta el día de hoy, con nuestro actual obispo D. Fernando. Así pues, todos los cristianos de la Diócesis de Zamora tenemos la gran responsabilidad de mantener y extender la fe en Cristo, vivida en la comunidad de la Iglesia, entre nuestros contemporáneos. Y no podemos acobardarnos, acomplejarnos, agachar la cabeza o mirar para otro lado. Si tú y yo hemos recibido el tesoro de la fe desde nuestro bautismo, no es para guardarlo de manera egoísta para nosotros mismos. Tampoco podemos despreciarlo, poner nuestra condición de cristianos al margen de nuestra vida, guardarla en un cajón y sacarla de vez en cuando, mientras convenga. No es posible. San Atilano, según la leyenda, quiso dejar de ser obispo de Zamora porque se sentía desfallecido y por eso peregrinó a Tierra Santa, arrojando su anillo episcopal al río. Pero estaba consagrado a Dios y Él mismo le había encomendado la misión de pastorear a los fieles de Zamora. Por tanto sólo Dios podía levantar de sus hombros esta carga. No fue obispo de nuestra diócesis por horas, por un tiempo, según le convenía al propio San Atilano, no. Fue un encargo del Señor, para el que San Atilano fue asistido con la gracia del Espíritu Santo, con la fuerza de Dios, con los dones y carismas de los que fue investido por el mismo Dios para llevar a cabo su tarea. Si nuestro primer obispo hubiese confiado en sus propias fuerzas, en su capacidad, en sus cualidades, no hubiera sido capaz de asumir el servicio del ministerio episcopal ni un segundo. Sin duda, se fio de Dios, acogió la gracia del Señor que lo revestía y aceptó servir a los cristianos de Zamora como su primer obispo. Hoy, cada uno de nosotros recibimos una misión del mismo Jesucristo. Nosotros tampoco podemos exponerle al Señor nuestros méritos, nuestros títulos, nuestros valores para llevarla a cabo en nuestra vida. Si tenemos que realizar la voluntad de Dios en nuestra vida, entonces no es humana la tarea. Y por eso, el Señor nos capacita, nos ilumina, nos empuja, nos consuela, nos alienta. Por supuesto que todo lo bueno, noble, útil, valioso que tengamos en nuestra vida tenemos que ponerlo a disposición del Señor pero no poniendo nuestra confianza absoluta en el elemento humano, en lo que nosotros somos y en lo que nosotros podemos. Es el Señor, a través del Espíritu Santo, el que va actuando si sabemos ser disponibles a Él como San Atilano, a pesar de que muchas veces no comprendamos todo, no tengamos explicaciones, no obtengamos respuestas que nos convenzan. Confianza y disponibilidad fueron el lema de vida de San Atilano. Y hoy es feliz en la gloria de Dios. La misma gloria del cielo se nos promete a nosotros si sabemos vivir también desde los planteamientos de San Atilano. Información extraída del libro Con nuestros santos zamoranos (Zamora, 2013).  
05/10/2021más info

Reportajes Destacados

¿Quién fue San Atilano?
¿Quién fue San Atilano?
El 5 de octubre Zamora celebra a San Atilano, un obispo del siglo X... ¿sabes quién fue? Ayer Los primeros datos biográficos existentes acerca de San Atilano, primer obispo y patrono de la Diócesis de Zamora, se hallan contenidos en un breve relato laudatorio del obispo San Froilán incluido en la “Biblia mozárabe” de la catedral de León, redactado en un monasterio berciano por el diácono Juan en el año 920. La narración afirma que el santo lucense se dedicó a la predicación de la Palabra de Dios, llevando una vida solitaria y teniendo como compañero a San Atilano, con quien construyó una celda en el monte Curcurrino. En el valle de Veseo edificó un cenobio y estableció una comunidad. El rey Alfonso III lo mandó llamar, haciéndole donaciones y autorizándole para construir otros cenobios. Edificó el de Tábara, dúplice, donde congregó a seiscientas personas, y otro junto al río Esla, en el que reunió a doscientos monjes. Fue consagrado obispo, a la vez que San Atilano, el día de Pentecostés, para ocupar las sedes de León y Zamora respectivamente. Aunque no se pueda colegir del texto mencionado atendiendo a su tenor literal, es posible que San Atilano permaneciese vinculado a San Froilán desde su encuentro con él en las montañas leonesas hasta el momento de la consagración episcopal, y que, tal como afirma la tradición, abandonase con él la vida anacorética o eremítica para abrazar el monacato y con él participase en las fundaciones patrocinadas por el rey Alfonso III. No volvemos a tener noticias de San Atilano hasta fines del siglo XIII, en que el franciscano fray Juan Gil de Zamora narra la invención de las reliquias de San Ildefonso de Toledo en la iglesia de San Pedro de Zamora, en 1260, y afirma que el cuerpo de San Atilano reposaba en el citado templo. Ya en el siglo XVI, Lucio Marineo Sículo, humanista siciliano, cronista de Fernando el Católico y profesor en la Universidad de Salamanca, dedica un extenso relato a San Atilano, inspirado posiblemente en los leccionarios antiguos. Su obra refiere que el santo, con veinticinco años de edad, se dirigió al monasterio de Moreruela, donde el abad Froilán lo nombró prior, y que ambos fueron consagrados obispos el día de Pentecostés para ocupar las sedes de León y Zamora. Y añade un dato legendario siendo ya obispo de Zamora: el de su peregrinación de penitencia y ulterior hallazgo de su anillo pastoral en el vientre de un pez, elementos narrativos que sirvieron para fijar la representación iconográfica del santo. Una de las obras de fray Atanasio de Lobera, publicada en 1596, es clave para comprender la confusión en la que se ha visto envuelta la figura del santo secularmente. Este monje cisterciense, manteniendo la vinculación de ambos santos, y habiendo encontrando documentos de otro obispo de León llamado Froilán a finales del siglo X y principios del siglo XI, modifica la cronología del San Atilano, situándolo como coetáneo de este último prelado. Afirma que San Atilano nació en Tarazona –dato que ya había ofrecido con anterioridad Alonso de Villegas– en torno a 939, siendo hijo de padres nobles, que lo concibieron tras un período de esterilidad. Educado en la virtud y después de concluir sus estudios a los quince años, recibió el hábito benedictino en un monasterio cercano a su ciudad natal y posteriormente fue ordenado sacerdote. Estando San Froilán en el monte Cuturrino fue admitido en su compañía y ambos fundaron un monasterio en el valle de Oveso, del que San Froilán fue abad y San Atilano prior. Admite que pudo ser monje en Sahagún, donde existió un ejemplar del tratado de San Ildefonso de Toledo dedicado a la virginidad de María, copiado de su mano según la inscripción que contenía. Llamados por el rey, recibieron dinero y licencia para fundar otros monasterios: el de Val de Tábara o Moreruela de Tábara, y el de Moreruela, de los que fue prior. En 990, al vacar las sedes de León y Zamora, fueron elegidos para ocuparlas, siendo consagrados ambos el día de Pentecostés. El padre agustino Manuel Risco, en su obra España Sagrada, demuestra el error de Lobera invirtiendo sus argumentos, citando el texto del diácono Juan antes aludido. En la historiografía moderna destaca el estudio de Palomeque Torres, que demuestra taxativamente que en la sede zamorana sólo hubo un prelado con el nombre de Atilano en los primeros años del siglo X, coetáneo de San Froilán y del rey Alfonso III, con testimonios documentales entre 905 y 917, y afirma la carencia absoluta de otros que prueben la existencia de un obispo del mismo nombre a fines del siglo X, cuando la sucesión episcopal se había interrumpido. Y el de Carriedo Tejedo, que propone para San Atilano un largo pontificado de veintitrés años, entre 900 y 922, según la documentación existente, en la que aparece con los nombres de Adtila, Atila, Atilla, Attila y Attilanus, y en ocasiones seguido del título de la sede zamorana. San Atilano fue canonizado por el papa Urbano II en el año 1092, en la ciudad de Milán, siendo uno de los primeros santos en ser elevado a los altares por la Iglesia Romana, pues hasta entonces lo hacían los obispos en sus respectivas diócesis. El Martirologio Romano actual lo coloca en el día 5 de octubre, con el siguiente texto: “En Zamora, también en Hispania, san Atilano, obispo, que, siendo monje, fue compañero de san Froilán en la predicación de Cristo por las tierras devastadas por los musulmanes (916)”. Probado su culto, al menos desde el siglo XII, sus restos se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso. Aunque no existe documentación que lo confirme, es muy probable que sus reliquias, junto con las del santo toledano, fuesen elevadas en 1496 a la capilla alta situada en el ábside de la mencionada iglesia, según consta en el rótulo del arco que divide las alturas: “AQUI SE ELEVARON LOS CUERPOS DE S. ILDEFONSO Y SAN ATILANO A 26 DE MAYO DE I496”. De sus restos falta el cráneo, que se conserva en la catedral de Toledo. En 1644 se concedió un hueso del brazo derecho al cabildo y ciudad de Tarazona, por mediación del rey Felipe IV. El fémur derecho, procedente del monasterio de Moreruela, al que se donó en 1662, lo posee actualmente la catedral de Zamora. También se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso otras tres reliquias que la tradición identifica con objetos usados por San Atilano: su anillo pastoral, el nudo y un trozo de la voluta del báculo, y un peine litúrgico. Actualmente, su conmemoración litúrgica tiene la categoría de fiesta, y al tratarse del patrono principal de la Diócesis de Zamora, se celebra obligatoriamente en toda ella el día 5 de octubre. Hoy Más de mil años después de que San Atilano fuese el primer obispo de Zamora, la Iglesia diocesana sigue viva en nuestras tierras. Un monje, como era común en la época, es llamado a ponerse al frente de la nueva Diócesis independiente. San Atilano fue el primero, después se irían sucediendo los obispos en Zamora hasta el día de hoy, con nuestro actual obispo D. Gregorio. Así pues, todos los cristianos de la Diócesis de Zamora tenemos la gran responsabilidad de mantener y extender la fe en Cristo, vivida en la comunidad de la Iglesia, entre nuestros contemporáneos. Y no podemos acobardarnos, acomplejarnos, agachar la cabeza o mirar para otro lado. Si tú y yo hemos recibido el tesoro de la fe desde nuestro bautismo, no es para guardarlo de manera egoísta para nosotros mismos. Tampoco podemos despreciarlo, poner nuestra condición de cristianos al margen de nuestra vida, guardarla en un cajón y sacarla de vez en cuando, mientras convenga. No es posible. San Atilano, según la leyenda, quiso dejar de ser obispo de Zamora porque se sentía desfallecido y por eso peregrinó a Tierra Santa, arrojando su anillo episcopal al río. Pero estaba consagrado a Dios y Él mismo le había encomendado la misión de pastorear a los fieles de Zamora. Por tanto sólo Dios podía levantar de sus hombros esta carga. No fue obispo de nuestra diócesis por horas, por un tiempo, según le convenía al propio San Atilano, no. Fue un encargo del Señor, para el que San Atilano fue asistido con la gracia del Espíritu Santo, con la fuerza de Dios, con los dones y carismas de los que fue investido por el mismo Dios para llevar a cabo su tarea. Si nuestro primer obispo hubiese confiado en sus propias fuerzas, en su capacidad, en sus cualidades, no hubiera sido capaz de asumir el servicio del ministerio episcopal ni un segundo. Sin duda, se fió de Dios, acogió la gracia del Señor que lo revestía y aceptó servir a los cristianos de Zamora como su primer obispo. Hoy, cada uno de nosotros recibimos una misión del mismo Jesucristo. Nosotros tampoco podemos exponerle al Señor nuestros méritos, nuestros títulos, nuestros valores para llevarla a cabo en nuestra vida. Si tenemos que realizar la voluntad de Dios en nuestra vida, entonces no es humana la tarea. Y por eso, el Señor nos capacita, nos ilumina, nos empuja, nos consuela, nos alienta. Por supuesto que todo lo bueno, noble, útil, valioso que tengamos en nuestra vida tenemos que ponerlo a disposición del Señor pero no poniendo nuestra confianza absoluta en el elemento humano, en lo que nosotros somos y en lo que nosotros podemos. Es el Señor, a través del Espíritu Santo, el que va actuando si sabemos ser disponibles a Él como San Atilano, a pesar de que muchas veces no comprendamos todo, no tengamos explicaciones, no obtengamos respuestas que nos convenzan. Confianza y disponibilidad fueron el lema de vida de San Atilano. Y hoy es feliz en la gloria de Dios. La misma gloria del cielo se nos promete a nosotros si sabemos vivir también desde los planteamientos de San Atilano.   Siempre Señor Jesucristo, Buen Pastor, que quisiste que San Atilano viniese a regir en tu nombre esta parte de tu pueblo que es la diócesis de Zamora. Te pedimos por nuestro obispo D. Gregorio, que lo fortalezcas, que lo ilumines, que lo envuelvas con la gracia del Espíritu Santo para que pueda guiarnos hasta ti, a todos los fieles de la iglesia de Zamora. Que todos los diocesanos seamos capaces de recibir su impulso evangelizador y transmitir tu palabra a todos los que conviven con nosotros. Él, como sucesor de San Atilano, es la roca donde se asienta nuestra iglesia diocesana que, en nombre tuyo, D. Gregorio pastorea. Te pedimos por él y por cada uno de nosotros, responsables de que la semilla de la fe no se muera y desaparezca de nuestras tierras zamoranas. Danos confianza en ti, concédenos estar siempre disponibles para hacer tu voluntad en nuestro mundo. Tú nos das fuerza, tú nos haces capaces, tú obtienes fruto de nuestra debilidad. Amén.   La oración de la Iglesia Dios todopoderoso y eterno, que has puesto al obispo san Atilano al frente de tu pueblo, te rogamos que por la eficacia de sus méritos concedas a tu pueblo tu amor y tu perdón. Por Jesucristo nuestro Señor.   Información extraída del libro Con nuestros santos zamoranos (Zamora, 2013). A la venta en la Librería Diocesana (Casa de la Iglesia – Seminario San Atilano).
05/10/2017más info
Nuevo curso pastoral: llamados a ser “discípulos-misioneros”
Nuevo curso pastoral: llamados a ser “discípulos-misioneros”
El Seminario San Atilano acogió, en la jornada de arranque del nuevo curso pastoral de la Diócesis de Zamora, un acto de presentación de los materiales del objetivo diocesano que servirán para la formación de todo el pueblo de Dios. Zamora, 5/10/17. Este año, la fiesta de San Atilano, primer obispo y patrón de la Diócesis de Zamora, se inició con un encuentro en el salón de actos del Seminario, donde el vicario episcopal de Pastoral, Fernando Toribio, fue el encargado de presentar a todo el pueblo de Dios el objetivo diocesano para este nuevo curso pastoral, Espiritualidad de los agentes de pastoral. Discípulos-misioneros. El obispo y una buena representación de los laicos, consagrados y sacerdotes de la Diócesis participaron en este acto de presentación. La historia del documento El repaso comenzó por la historia del documento, que comenzó en el consejo presbiteral de diciembre de 2016, “preguntándose por la presencia de la Iglesia específicamente en nuestro mundo rural. Las respuestas de los consejeros, sin embargo, se centraron en toda la Diócesis. Las respuestas fueron muy ricas y variadas, pero con una gran armonía”. En ellas se constató que “hay una realidad de envejecimiento no sólo en la Iglesia, sino también en la sociedad zamorana. El obispo valoró positivamente tanto el contenido como el talante de las aportaciones, y propuso que todo lo hablado fuera la base del objetivo diocesano del curso siguiente”. El documento 0 fue estudiado por el obispo y propuso que se abordara el tema de “discípulos-misioneros” con un formato “que evitara caer en disquisiciones teóricas, abriéndose a la vida real de nuestra Iglesia. Desde ahí se elaboraron los temas, y se recogieron muchas aportaciones del Consejo Presbiteral en las presentaciones respectivas de los temas que se irán tratando mes a mes”. Argumentos de fondo Hay unas convicciones de fondo en las aportaciones del Consejo Presbiteral, y Fernando Toribio las fue desgranando. La primera es que “lo que hacemos no es suficiente, aunque estemos entregando la vida. Incluso algunas cosas puede que ya no sean convenientes. No llegamos a responder a las necesidades actuales. Necesitamos, por tanto, una profunda renovación”. Por otro lado, “tenemos unas estructuras que pesan. Tenemos una historia eclesial tan rica que a veces no nos deja respirar: tantas parroquias, asociaciones de fieles... que responden a una vida muy rica que en su momento fue así. Pero hoy sostener esa estructura heredada de nuestros mayores nos pesa tanto que no nos deja respirar. Una estructura que se apoya en los sacerdotes y responde a otro momento histórico que ya pasó”. Es necesario, por lo tanto, “ayudar a tomar conciencia a todo el pueblo de Dios de que es la Iglesia y tiene un papel fundamental en la construcción del Reino”. Porque es una realidad que “tenemos aún una comprensión muy clerical, con mucha dependencia del sacerdote. Por eso tenemos que caminar en la dirección que el Concilio Vaticano II nos ha marcado: la Iglesia, pueblo de Dios, es el sujeto de la evangelización”. Otra convicción es que “tenemos que acompañar a los que ya son cristianos, pero tenemos que abrir la puerta al trabajo con las generaciones que cada vez son menos cristianas. Hay que salir al encuentro de los que están lejos, no conocen, se han distanciado...”. Por ello debemos ser “una Iglesia en misión”. Argumentos de fondo del obispo A todo esto, aportado por los integrantes del Consejo Presbiteral, el obispo añadió que “la verdadera renovación nace de la renovación de las personas”. Como dijo el Papa, hacen falta “hombres renovados” para emprender la reforma. Esto supone “abrirse a lo que el Espíritu sugiera, para abordar, inspirados por Él, lo que pide a la Iglesia”. Es necesario, además, “que el pueblo de Dios asuma su responsabilidad. Por eso los materiales que se elaboren no deben ser sólo para la formación permanente del clero, sino que deben servir para toda la comunidad diocesana. La renovación tiene que ser de todos: clero, vida consagrada, asociaciones de fieles, familias, catequistas, movimientos...”. “Y la base de la renovación está en el corazón, no en la cabeza”, reconoció el sacerdote. De manera que “no se trata tanto de ideas, sino de hacer una transición de la cabeza al corazón. El motor no está en descubrir ideas nuevas, sino en abrir el corazón a la acción de Dios”. De ahí la centralidad de la oración en los materiales de formación de este año. La concreción está en “la necesidad de ser, por un lado, discípulos y seguidores de Cristo y, por otro, ser misioneros y testigos suyos. Todo lo demás vendrá después. Lo que tenga que nacer, nacerá de ahí”. Contenido de los materiales A continuación, Fernando Toribio resumió el contenido de los 8 temas formativos planteados para este curso, reiterando que “no se trata de aprender cosas nuevas, y por eso no aparecen grandes ideas”. Los núcleos temáticos, en síntesis, son los siguientes: 1. Conversión pastoral, tema marco. Descubrir la vida que encierra lo que tenemos. Es la llamada que Francisco ha hecho a toda la Iglesia en la exhortación Evangelii gaudium y la convicción que tenemos. 2. El encuentro con Cristo. La fe nace del encuentro con la persona de Jesucristo, y es lo que fundamenta todo lo demás en la vida cristiana. La fe no es cuestión de tradiciones o de costumbres. Lo es también, pero no basta. Es un acontecimiento que cambia la vida. 3. La oración y la acción del Espíritu Santo. Esa acción en la Iglesia se acoge en la oración. Así sigue actuando Cristo en nosotros. Si no, la fe se convierte en ideología, costumbre... 4. La vocación. Es la encarnación concreta desde la que vivimos la vida cristiana. Para cada uno de nosotros es distinta. Dios sale al encuentro de cada uno de nosotros y establece un diálogo, proponiéndonos un camino. 5. Testigos de la fe. Es el sentido de nuestra vida, y cada uno lo hará según su propia vocación. En un mundo secularizado, no se puede dar por sentada la fe ni la experiencia cristiana, y por eso es necesario el primer anuncio, el despertar religioso, el conocimiento sapiencial de Jesús... Sin esto, todo lo demás se cae. 6. Testigos de la esperanza. Nuestro mundo la necesita, y también nosotros. Dios es el que fundamenta nuestra esperanza, y debemos ser testigos de ella. 7. Testigos del amor: caridad. La fe y la esperanza se concretan en el amor a los hermanos. El amor es el primer testimonio, sobre todo con los más necesitados. 8. Testigos del amor: fraternidad. El amor debe ser visible entre nosotros, en la comunión vivida en la comunidad cristiana. Es el “mirad cómo se aman” de los primeros discípulos. Una caridad afectiva y efectiva, que vaya más allá de barreras y fronteras. Novedades que aportan La principal novedad estructural, según el vicario de Pastoral, consiste en que “este curso no tenemos por separado el objetivo diocesano como documento referencial y el material para la formación permanente, sino que el objetivo de este año es trabajar los materiales de formación. El fin es abrir el corazón para la conversión pastoral. Este año no hay una meta, sino que nos ponemos a caminar. Empezamos un camino, y que el Espíritu nos guíe y nos lleve adonde Él quiera”. Otra novedad es que “no tenemos materiales de formación permanente del clero, sino de formación pastoral diocesana. Están orientados a toda la Diócesis, pensando en todas las realidades diocesanas”. La estructura de cada tema es de ver-juzgar-actuar: “el ver es el planteamiento del tema, breve. El juzgar son los textos de la Palabra de Dios, para que sea Él quien sugiera, indique... El actuar busca las pistas que se han encontrado en la oración”. En lugar de 6 temas, que eran los que se utilizaban en la formación permanente del clero mensual, ahora vuelve a haber 8 temas, para todos los meses entre octubre y mayo, sin interrupciones, ya que esto no es sustituible por las jornadas diocesanas de enero o la conferencia de la jornada sacerdotal de mayo. Claves de fondo Todos los temas “están formulados en clave de primer anuncio, el que siempre hay que volver a escuchar y a anunciar. No sólo es el primero en el tiempo, sino que es el sustento sobre el que todo lo demás se edifica. La fe se ofrece, no se impone. Y no se presupone en las personas. No se presupone, sino que se propone”. Fernando Toribio destacó de nuevo que se propone la “clave oracional, a pesar de nuestra tradición intelectual de formación. Dialogamos, discutimos... en el campo de las ideas. Sólo el Señor es capaz de mover los corazones para que salgamos del ‘siempre se ha hecho así’, del análisis estéril que conduce a la negatividad... Por eso la propuesta de estos materiales es de oración”. Además, los contenidos están “centrados en la Palabra de Dios. En el fondo, no son más que una selección de textos de la Escritura: Antiguo Testamento, evangelios y Hechos. La actitud debe ser ponernos a la escucha. El mismo Espíritu que inspiró la Biblia es el que nos habla en la oración”. Otra clave importante es la comunitaria. “No es una lectura personal de la Palabra de Dios, porque cualquier camino pastoral será en comunión. Por eso los materiales son para trabajar en grupo”. Y también están pensados en clave de acción, ya que “en cada tema se propone compartir las pistas descubiertas en la oración. La primera cuestión siempre es abierta, para recoger lo que haya podido sugerir el Espíritu. Las dos siguientes están centradas en madurar cada uno de los temas. La última pretende mirar a los caminos que haya que concretar”. Posible esquema de trabajo El vicario de Pastoral ofreció algunas sugerencias concretas para utilizar los materiales de formación, según las circunstancias de los grupos, las personas y los tiempos. Cuando son reuniones mensuales, hay que dedicar un mes para cada tema. Se puede comenzar presentando el tema (sin sustituirlo por una charla). Abrir un espacio de oración amplio, con silencio o con alguna estructura comunitaria, para leer serenamente los textos de la Palabra y dejarse interpelar. Y al final, tiempo para compartir en un diálogo fraterno. Si son reuniones breves semanales, se puede usar una página cada semana. Son materiales para utilizar de la forma que se vea más conveniente según los grupos o las circunstancias, “de la forma que más ayuden. Sentíos muy libres: es una propuesta a disposición de todos”.
05/10/2017más info
¿Señoras que “dan misa” en los pueblos?
¿Señoras que “dan misa” en los pueblos?
Los celebrantes de la Palabra, un don para nuestra Iglesia diocesana. Reproducimos a continuación el reportaje central de la hoja diocesana Iglesia en Zamora nº 191. Zamora, 11/06/14. Recientemente han sido protagonistas en medios de comunicación nacionales. Al menos aparece Zamora para algo bueno. Sin embargo, la presentación sensacionalista que han hecho algunos impide ver la extraordinaria realidad de un centenar de católicos de esta Diócesis (varias religiosas y, en su inmensa mayoría, laicos) que los domingos y fiestas colaboran con los sacerdotes para que las parroquias rurales puedan seguir celebrando el día del Señor. Antes de continuar, hay que aclarar que nadie “da” la Misa. Este sacramento, central para los creyentes, se “celebra”. El papel del obispo o del cura es “presidirla”. Y?si vemos en la iglesia que no es el sacerdote quien preside la celebración de un domingo, es señal inequívoca de que nos encontramos ante una celebración que no es una Misa. Y entonces el laico o el consagrado que está allí la “dirige”. No es una cuestión de simples palabras, porque cada verbo tiene su significado preciso. El mes pasado, Gregorio Martínez Sacristán, nuestro obispo, ha publicado un Directorio, después de consultar con el Consejo Presbiteral, el órgano que representa a los sacerdotes y que lo asesora en el pastoreo de la Iglesia local. Se trata de un documento que regula esta realidad de las celebraciones de la Palabra, y que aquí se llaman, con su nombre más exacto, “Asambleas Dominicales en Espera de Presbítero”?(ADEP). En la Diócesis de Zamora esta realidad surgió a finales de los años 90 en Aliste, donde cada vez era más difícil asegurar la Misa dominical en los pueblos. Primero las Hermanas del Amor de Dios y después varios laicos comprometidos comenzaron a desempeñar este ministerio. Más tarde, esta práctica se ha extendido a otras zonas donde los presbíteros cada vez atienden más comunidades:?Alba, Sayago, La Guareña y El Pan. Como afirma el nuevo Directorio, estamos en una época de profundos cambios que afectan a toda la sociedad y también a la Iglesia. Por una parte, el número de sacerdotes disminuye sensiblemente. Por otra parte comunidades florecientes, que en el pasado tenían pastor propio, se han ido despoblando y ya no cabe pensar en que puedan tener un sacerdote que las acompañe de la misma manera que en otros tiempos. Normativa diocesana En el Directorio, después de explicar el sentido de estas celebraciones y las normas que ha dado la Iglesia universal, se detallan los criterios que regulan este tema en la Diócesis de Zamora: 1. Compete al Obispo diocesano, oído el parecer del Consejo Presbiteral, establecer si en la propia Diócesis debe haber regularmente reuniones dominicales sin la celebración de la eucaristía y dar normas generales y particulares para ello, teniendo en cuenta las circunstancias de las personas y los lugares. 2. La ADEP está autorizada cuando el párroco tiene a su cargo pastoral más de cinco parroquias y no dispone de la colaboración de otro sacerdote. 3. En las comunidades que no pueden tener la celebración dominical de la eucaristía sólo se han de tener ADEP cuando a los fieles que residen en ellas les resulta imposible trasladarse, aun con sacrificio, a otra parroquia cercana. 4. El párroco escuchará el parecer de los sacerdotes del arciprestazgo antes de iniciar esta experiencia. Se informará al Ordinario diocesano  y se dará la oportuna catequesis a los fieles. 5. No habrá ADEP en la comunidad que haya tenido eucaristía vespertina el sábado. 6. Se dará a conocer la programación de las eucaristías y las ADEP de la zona para facilitar a los fieles el desplazamiento a las iglesias en que se celebra la eucaristía. Sería deseable que todos los domingos hubiera, de forma estable, una eucaristía, en horario conocido por toda la zona y en el lugar más idóneo, que pudiera ir convirtiéndose en la “eucaristía de referencia”. 7. Se celebrará la eucaristía algún día entre semana, al menos quincenalmente, en las parroquias que han tenido ADEP, sin confundir esta eucaristía con la celebración dominical. 8. En todo lo no regulado en estas normas diocesanas se observará lo dispuesto en la disciplina universal sobre este tema. 9. La celebración de las ADEP se hará siguiendo el ritual que se proporcionará, a tal efecto, por la Delegación Diocesana de Liturgia. 10. Por tanto, se proponen dos modelos diferentes:?con la distribución de la comunión, y con un tiempo de adoración del Santísimo. 11. Deberá percibirse siempre con claridad la diferencia entre la eucaristía y la celebración de la palabra, también ritualmente. 12. A través de estas celebraciones, los fieles habrán de tomar conciencia de la necesidad de la participación dominical de la Misa y el servicio imprescindible de los sacerdotes. 13. La participación en la comunión se determinará después de un discernimiento de cada párroco con el Ordinario diocesano, según las circunstancias del lugar y las personas. 14. La preparación de las ADEP los domingos se hará en equipo presidido y animado siempre por el párroco correspondiente de cada comunidad. 15. Donde sea posible se desea que los que van a dirigir la celebración participen en la eucaristía dominical presidida por el párroco, y desde ella sean enviados para el ejercicio de su servicio llevando la Palabra y la Comunión a los que no han podido ir a la Eucaristía. 16. Corresponde a los párrocos la atención y cuidado inmediato de las ADEP que se realizan en sus parroquias, puesto que los que dirigen las celebraciones actúan como colaboradores suyos y bajo su autoridad. ¿Quiénes son los celebrantes? El nuevo Directorio diocesano de las Asambleas Dominicales en Espera de Presbítero afirma que en bastantes lugares de nuestra geografía, estas celebraciones son una realidad asentada. Hay un buen grupo de personas, a los que familiarmente llamamos “los celebrantes”, que son los que conducen esta oración dominical y destacan por su generosidad y entrega. Suelen ser personas sencillas con un nivel de formación algo más alto que el resto de los fieles. Los candidatos a este servicio deben ser personas de vida cristiana ejemplar, con madurez humana, creyente y eclesial, con actitud comprobada de servicio, con cualidades para el trabajo en equipo, para la comunión y la corresponsabilidad. Además, allí donde sea posible, es bueno que sean personas de la misma comunidad. Para la formación de los que van a animar celebraciones se contemplan varias modalidades complementarias. La primera es un cursillo inicial de formación (una breve presentación sintética de la fe católica, se tendrá en cuenta una iniciación sencilla a la Sagrada Escritura, una comprensión fundamental de lo que es la Iglesia y los ministerios en ella y una apropiada formación litúrgica). Se culminará el cursillo de preparación con una bendición particular del Obispo y la presentación en las comunidades a las que van a servir. De forma ordinaria, los celebrantes serán acompañados parroquial o arciprestalmente por los sacerdotes con los que colaboran. Y cada año se mantendrán tres encuentros diocesanos. En el primer encuentro de cada año se renovará el envío de cada celebrante. El Obispo determinará las personas que acompañen diocesanamente a estos ministros.
11/06/2014más info
Así se inauguró la visita pastoral a Aliste y Alba
Así se inauguró la visita pastoral a Aliste y Alba
Crónica de la Misa de inauguración de la visita pastoral del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, al arciprestazgo de Aliste-Alba. Zamora, 12/05/14. En la tarde de ayer, el santuario diocesano de la Virgen de la Salud en Alcañices se llenó con fieles venidos de todo el arciprestazgo de Aliste-Alba para participar en la eucaristía de inauguración de la visita pastoral del obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán. Una visita que en su primera etapa abarcará de mayo a octubre, y que continuará en 2015 con la otra mitad de las parroquias. Concelebraron con el obispo la mayor parte de los sacerdotes que viven y trabajan en el arciprestazgo, con los dos curas jubilados incluidos, y asistieron representantes de la vida consagrada (de las dos congregaciones que colaboran en la acción pastoral), de los celebrantes de la Palabra, catequistas, equipos de Cáritas, etc. En su homilía, el obispo dijo alegrarse por el tañido de campanas durante el canto del Gloria, algo que expresa el gozo de la Pascua. Comentando la Palabra proclamada, afirmó que “el Señor nos dice que Él es el pastor que está en medio de nosotros para conducirnos, guiarnos, acompañarnos, curarnos si caemos enfermos, llevándonos sobre sus hombres. Nosotros, sus discípulos, conocemos su voz y el tono de su voz”. Vengo a estar con vosotros “Recibid la presencia de vuestro obispo desde esta experiencia fundamental”, les dijo a los asistentes, porque “el obispo representa entre vosotros a Cristo, el verdadero pastor”. Recordó su presencia en Samir de los Caños por la mañana, “con una confirmación de todos los pueblos que forman esa unidad de acción pastoral. Por mis manos, la fuerza del Espíritu ha bajado a esos muchachos y los ha hecho partícipes de la fe para ser testigos y apóstoles en la Iglesia y en el mundo. Me ha agradado ver a gente de cinco pueblos reuniéndose en comunión para celebrar este acontecimiento”. El obispo, comentó, “viene para estar con vosotros y fomentar al máximo la comunión y la unidad entre vosotros, como fruto de la presencia del Resucitado en medio de su pueblo”. Por eso agradeció la presencia de los fieles en la eucaristía, y esbozó sus intenciones –no un programa detallado, que no pretende tener– para la visita pastoral a las 81 parroquias. “Me gustará que en este largo tiempo que vamos a estar juntos podamos vernos, conocernos, escucharnos, orar juntos, suplicar al Señor juntos, manifestar nuestra fe juntos, expresar la comunión de vida que ha nacido en nosotros a partir de la resurrección del Señor y que se ha verificado en nosotros por el bautismo”, afirmó. “Deseo que tengáis la oportunidad de acercaros al obispo con toda sencillez y naturalidad, tal como es, tal como sois, tal como vivís vuestra fe en estas tierras benditas de Aliste y de Alba. Y, por qué no decir, si mi presencia entre vosotros sirve para aumentar vuestra fe, mejor que mejor. Si sirve para que vuestro corazón arda más y mejor por la presencia del Señor en el recuerdo de lo que Él hizo por nosotros, mucho mejor”. El obispo reconoció transformarse “cada vez que en medio de su pueblo creyente percibe que es alguien en el nombre del Señor, y que es recibido como tal”. También afirmó: “deseo poderme encontrar particularmente con los ancianos, los enfermos, los que están mal, los que tienen dificultades físicas… que ellos se encuentren conmigo. Y con los niños”. Y añadió, hablando de los más pequeños: “me gustará verlos en la escuela, saludarlos allí donde están ellos. Quien aborrece la escuela como lugar de evangelización, aborrece la misma posibilidad de anunciar a Jesucristo, como ha dicho el Papa”. “Me gustará reunirme con cualquier grupo de personas que lo quieran hacer, los diversos grupos parroquiales: la gente que trabaja en Cáritas, las religiosas, los celebrantes de la Palabra”, agregó. Y concluyó sus palabras diciendo: “me pongo a vuestra disposición y abro mi corazón como pastor vuestro. Ojalá vosotros también abráis vuestro corazón con amor, con calor de hermano, al que viene en nombre del Señor”. Galería fotográfica
12/05/2014más info
Obispo de Zamora, al terminar el Año de la Fe: “de la fe a la misión”
Obispo de Zamora, al terminar el Año de la Fe: “de la fe a la misión”
La Diócesis de Zamora ha clausurado solemnemente el Año de la Fe con una eucaristía presidida por el obispo en la iglesia parroquial de Cristo Rey con gran asistencia de laicos, religiosos y sacerdotes. La liturgia se ha iniciado con un lucernario, y en la homilía el obispo ha llamado a vivir la fe en un estado de misión. Zamora, 24/11/13. Unos minutos después de las 18 horas de hoy la iglesia de Cristo Rey, abarrotada de gente, acogió la eucaristía de clausura diocesana del Año de la Fe. La celebración comenzó con la procesión de los acólitos, los más de 60 sacerdotes y el obispo desde el centro parroquial y la plaza, entrando en el templo mientras toda la asamblea cantaba la letanía de los santos. Después de venerar el altar y situarse en el presbiterio los ministros, representantes de los 7 arciprestazgos de la Diócesis se acercaron a la lámpara encendida que había llegado en la procesión, y encendieron sus velas de allí para, seguidamente, encender los 7 cirios del altar. Continuó la eucaristía de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, último domingo del tiempo ordinario, y día final del Año de la Fe. En el presbiterio recién renovado de la iglesia parroquial de Cristo Rey se encontraban, llevados para la ocasión, dos relicarios de San Atilano, primer obispo y patrono de la Diócesis, y San Ildefonso, arzobispo de Toledo y patrono de la ciudad de Zamora, que custodia sus restos. La fe, entre la luz y la cruz En su homilía, el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, afirmó, recordando la encíclica Lumen fidei del papa Francisco, que “la fe es luz que ilumina nuestra vida, por eso hemos empezado esta liturgia santa con un lucernario, para expresar esto: la fe nos ilumina, la fe nos orienta, la fe nos lleva por el camino de la vida”. Junto a la luz, continuó diciendo el prelado, “en el evangelio hemos visto otro signo que se nos coloca ante nosotros.la cruz de nuestro Señor Jesucristo, que es signo del amor grande de Dios para cada uno de nosotros. ‘Me amó y se entregó por mí’, dice San Pablo. Nosotros hemos de sentir lo mismo ante la cruz. El Señor nuestro Dios nos amó, se entregó por nosotros, es un Dios que nos redimió con su sangre, con su vida”. “¿Qué es la fe, sino un seguimiento de la cruz de nuestro Señor Jesucristo y del misterio que en él se encierra? ¿Qué es de nuestra fe si le hurtamos este símbolo fundamental y definitivo?”, se preguntó. Y aprovechando “este frontispicio de luz y de cruz”, desgranó las que, para él, son “las tres cuestiones fundamentales que al final de este Año de la Fe deben resonar en cada uno de nosotros”. Agradecimiento y oración La primera cuestión fundamental, señaló monseñor Martínez Sacristán, es que “la fe tiene que ser don que se agradece a Dios nuestro Señor. ¿Qué sería de nuestra vida sin fe? ¿Por qué derroteros iría? La fe, que es algo consustancial a nosotros, y que está en nosotros desde el mismo nacimiento, no puede considerarse algo innecesario”. Por eso, afirmó, “hay que dar muchas gracias a Dios y alabar su nombre y su misericordia, porque en la fe está nuestra salvación y nuestra vida. Gocémonos y regocijémonos de ser practicantes, creyentes en Cristo Jesús”. Por esta razón, la celebración de esta tarde “es de alabanza a Dios porque nos ha dado el don de la fe”. Y es también una liturgia de oración, yendo al segundo punto que subrayó el obispo. “Porque la fe ha de ser pedida, suplicada, orada. ‘Creo, Señor, pero aumenta mi fe’. Ésa debe ser nuestra oración esta tarde: auméntanos la fe, que mi fe sea fresca, verdadera, alegre, contagiosa, verdadera, grande, nacida del fondo de nuestro corazón. Todos juntos, como Iglesia diocesana reunida, pedimos y suplicamos que no nos falte nunca la fe, y que crezca de día en día”. Nunca más una fe para uno mismo “De la fe se pasa a la misión”, fue el tercer elemento destacado por monseñor Martínez Sacristán. “La fe es para la misión, no para tenerla bien escondida y guardada. La fe es para darla, para compartirla con otros”. Por eso, remarcó, al terminar el Año de la Fe “debemos pedir al Señor que nuestro corazón se haga permeable a la realidad de la evangelización, a la realidad de la misión. Nunca más una fe para ser tenida sólo para uno mismo. De la fe, a la misión”. “Hagamos de este año un año de misión. ¿Por qué? Porque estamos llenos de fe. ¿No han sido misión anticipada algunos gestos que hemos vivido a lo largo de este año como Iglesia diocesana, gestos que han llamado la atención no sólo de los de dentro, sino de los de fuera? Aquellas confirmaciones en el Ruta de la Plata, un gesto eclesial, misionero, diocesano. Un gesto que expresa que somos capaces de hacer más de lo que creemos y pensamos. ¿No es también un gesto de misión verdadera reunir en torno a la Catedral y al obispo a todos los alumnos de los colegios católicos de Zamora?”, afirmó. Esta fe que lleva a la misión “tiene que ser resultado de un corazón grande, de un corazón que no se arrugue, de un corazón que no piense sólo en las dificultades y en que no se puede. ¡No! Se puede, y se debe. Somos capaces todos nosotros de hacer mucho más de lo que hacemos en el terreno del testimonio de nuestra fe en esta tierra”. Un corazón grande El obispo aclaró que el objetivo pastoral de este año 2013-14 “quiere ser una apuesta por un sector joven de población que no tiene la fe, y queremos dársela, a pesar de las dificultades grandes que nos vienen de fuera y de dentro”, refiriéndose sobre todo a los adolescentes que reciben el sacramento de la confirmación. Y se dirigió especialmente a los presentes –sacerdotes, religiosos y laicos– con estas palabras: “os pido un corazón grande para ser testigos valientes, alegres, apóstoles decididos de la evangelización y de la transmisión de la fe. Que no es una palabra, sino un sentir del corazón hacia los demás invitándoles a que compartan la belleza y la verdad de nuestra fe”. También mostró su agradecimiento a todos los sacerdotes, por su presencia significativa en la celebración. Y, por supuesto, al resto de los asistentes: “nunca había visto Cristo Rey tan llena como hoy”, dijo dirigiéndose a la asamblea, reconociendo también la presencia de fieles de los pueblos de la Diócesis. Terminó con esta exhortación: “demos testimonio de la fe, cuidemos los gestos y detalles en los casos que necesitan más nuestra ayuda y nuestro testimonio”. Galería fotográfica Audio de la homilía del obispo (mp3) Audio de la profesión de fe (mp3)
24/11/2013más info
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