Misiones
09/10/2024
"Debo complicarme la existencia para implicarme por los demás", Miriam Ramos, misionera
Miriam Ramos tiene 40 años y es doctora en Filosofía. Su actividad profesional siempre ha estado ligada a la enseñanza universitaria y ha participado en distintas experiencias misioneras desde el año 2019. Es miembro del Instituto Secular de las Cruzadas de Santa María.
¿Cuál ha sido su experiencia de misión?
En el ámbito de la misión internacional, he participado dos veces en dos grupos de apoyo misionero. En verano de 2019 (durante tres semanas), en Perú, en concreto, en Surco, una zona del extrarradio de Lima. Y en verano de 2023, en Lomas de Tabachines, en la periferia de Guadalajara, México (también durante tres semanas). En la EUM Fray Luis de León me encargo de animar y preparar a los jóvenes de la Escuela que desean participar en grupos de apoyo misionero fuera de España. Participo habitualmente en los Encuentros Misioneros bianuales organizados por ONG Berit en Madrid (que contribuyen a la formación misionera de los estudiantes universitarios) y coordino dos proyectos de voluntariado local de la Escuela (el proyecto ASOMBRARTE, de voluntariado en la Unidad de Pediatría del Hospital Río Hortega de Valladolid; y el proyecto “Misión rural en Alaejos”), así como los seminarios mensuales de formación de voluntariado ofrecidos a los estudiantes de la Escuela que participan en todos los
proyectos de este tipo.
¿Qué trabajo realizó en ese tiempo?
En 2019 fuimos tres estudiantes de Magisterio y yo a Perú. Se estuvieron preparando durante todo el año académico 2018-2019. Nos unimos a un grupo de jóvenes de la Escuela de Magisterio CEU San Pablo de Vigo y de la Universidad Católica de Valencia. Este grupo de unos diecisiete estudiantes y profesores españoles fuimos a apoyar la misión que la ONG Berit desempeña desde hace más de veinte años en los cerros del extrarradio de Lima y sus alrededores. Para ello, nos unimos a un grupo de veinte estudiantes y profesores universitarios peruanos, procedentes de varias universidades limeñas y nos organizamos en varias comunidades para colaborar, en este caso, con la parroquia Ntra. Sra. De Lourdes de Surco. Nuestra contribución fue de: 1) obra social (montaje de casas prefabricadas para varias familias, limpieza de casas, distribución de ropa, limpieza del patio de la plaza de la parroquia, pintado de las instalaciones de la parroquia); 2) obra educativa (animación y apoyo escolar en lengua y matemáticas a niños de Educación Infantil y de Educación Primaria, aunque también algunos de Secundaria); 3) obra sanitaria (gracias a que pudimos contar con jóvenes de carreras sanitarias y a la colaboración de un dentista y de un médico peruanos, pudimos llevar a cabo una campaña de salud orientada a la atención sanitaria bucal y de medicina de atención primaria, así como impartir charlas de prevención); 4) visita casa por casa (consiste en visitar a familias en sus casas para escucharles, convivir con ellos, y, eventualmente, detectar necesidades).
Yo, como todos los participantes, pasé por todas las modalidades de la misión, con excepción de la sanitaria. En 2023, fui con una estudiante del centro donde trabajo y nos unimos con cinco jóvenes y la coordinadora de la Escuela de Voluntariado de la Universidad Católica de Valencia para unirnos con algunas profesoras, estudiantes y responsables del servicio de pastoral de distintas universidades mexicanas para apoyar la labor de la ONG Berit en Lomas de Tabachines, Guadalajara, México. Colaboramos con la parroquia de San Elías, y con la capilla de Ntra. Sra. De la Paz. En esta ocasión, dado que el número de componentes era menor, nuestra labor se acotó fundamentalmente a la labor sanitaria, a la educativa y al “visiteo” (la visita casa por casa). Si bien hicimos también labor social, se redujo a limpieza de instalaciones de los salones parroquiales y al lijado de ladrillos de un edificio de nueva construcción
¿Cómo ha cambiado la vivencia de su fe desde que vivió la experiencia misionera?
Me ha enseñado que debo complicarme la existencia para implicarme por los demás, saliendo de mi comodidad, de mi esfera de egoísmo. El meterme en el mundo de la misión internacional no ha sido una inclinación natural en mí, sino fruto de la vocación misionera que tenían las primeras alumnas con las que fui. Yo daba largas al principio, creyendo que no iba conmigo, pero me di cuenta de que si he entregado mi vida por Cristo y por los jóvenes, eso se tiene que verificar en obras y debía ir yo con ellas. En cualquier caso, para mí es una maravilla poder acompañar a los jóvenes en el proceso de su formación y toma de conciencia como misioneros y en los desafíos de la misión.
¿Por qué la comunidad cristiana debe de ayudar y colaborar con los misioneros?
Porque la Iglesia es esencialmente misionera. De hecho, no puede haber cristiano que no sea misionero, sea en propia casa o en el trabajo. Y, en especial, dentro de los centros educativos, es importante sensibilizar en este punto a los jóvenes, especialmente en el actual contexto cultural individualista, narcisista y postmoderno.
¿Repetirá?
Si Dios quiere, sí.