Delegación de Medios de Comunicación Social

14/01/2021

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El molinero contumaz

El día 28 de mayo de 1588, en la Audiencia Episcopal de Zamora, comenzó el proceso contra Pedro Beneitez, El Gordo, molinero de oficio y vecino de Aribayos (Bamba) desde hacía tan sólo seis meses, según la declaración del párroco. La denuncia la presentó el fiscal del Obispado ante el juez provisor. El demandante, don Alonso de Deza, comunicó el incumplimiento reiterado del precepto eclesiástico de santificar las fiestas, por permanecer trabajando en el molino, que tiene arrendado al Cabildo Catedral de Zamora.

Don Alonso de Espinosa, párroco de Aribayos y primer testigo de la información del proceso, declaró ante notario que el molinero “había tomado por costumbre trabajar en las fiestas y domingos de guardar”. Asimismo, el cura reveló cómo le había amonestado en presencia de testigos, sin con ello corregir su actitud ni siquiera en la fiesta de La Ascensión.

En el interrogatorio del acusado, el molinero declaró que “no tiene por costumbre quebrantar las fiestas y domingos, ni se acuerda de aber quebrantado ninguna”, excepto una por Navidad. En esa ocasión trabajó en el molino después de misa, pero pagó al cura la “penitencia”. Con respecto a la festividad de la Ascensión, negó que trabajara ese día, aclarando cómo sólo fue a reparar una presa de agua rota, sin llegar a moler el grano.

El juez en su fallo le amonestó y le ordenó guardar las fiestas; además le condenó a pagar unos maravedíes para la cera de la iglesia y las costas del pleito.

En pleno periodo de la Contrarreforma, donde en el plano doctrinal se reafirma la validez de los siete sacramentos, confirmando la presencia real de Cristo en la eucaristía, el cura de Aribayos buscaba reprimir el mal ejemplo causado por un forastero recién llegado a su parroquia. 

José Carlos de Lera Maíllo
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