29/07/2023

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II Asamblea diocesana. 2023-2024

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A la búsqueda de nuevas estructuras, estilos y procesos para la diócesis zamorana

La Iglesia diocesana apuesta por la responsabilidad compartida para construir un futuro pastoral de esperanza. Más de 160 participantes, entre los que estaban representados todos los territorios y sectores eclesiales de la diócesis, han acudido a la llamada del obispo para continuar construyendo una iglesia más sinodal.

El Seminario San Atilano se ha convertido en el epicentro de la diócesis zamorana y es que ha sido la sede de la II Asamblea diocesana, una iniciativa que quiere ser un espacio de diálogo en el que todas las sensibilidades diocesanas puedan hacer sus propuestas y sentirse miembros de pleno derecho en la vida de la Iglesia.

La Iglesia local de Zamora con esta iniciativa quiere incorporar a su funcionamiento ordinario nuevas dinámicas y matices que nos permitan pensar en un nuevo tiempo más acompasado al momento que nos toca vivir y, sobre todo, al que Dios espera de nosotros.

Tras la acogida musical de Rogelio Cabado, el obispo dirigió la lectio divina, un recurso de escucha atenta y orante de la Palabra para situar la jornada y posibilitar un discernimiento espiritual que iluminase la reflexión compartida.

Monseñor Valera, inspirándose en el texto de Ezequiel 37, llamó a los asistentes a la esperanza. En un contexto aparentemente poco favorable, el obispo fue desgranando una a una las razones por las que los creyentes no pueden caer en el desaliento, en la sensación de fracaso o en la queja permanente. Sin darle la espalda a la realidad y sabiendo cuál es la situación de nuestra provincia y de la Iglesia diocesana, abogó por confiar en el Señor, por ponernos a la escucha para ser motor del cambio y mensajeros de esperanza. “No nos podemos cansar porque sería contradecir nuestra fe en el Señor”, añadió el obispo, y por eso nadie debe caer en el desánimo porque “es el Espíritu el que nos sostiene y nos sustituye cuando nos cansamos de caminar”. Insistió Valera Sánchez en “vivir desde el Señor, mirar desde sus ojos para poner el Evangelio allí donde estamos cada uno y, de esta manera romper con las dinámicas de muerte”.

Desde la Palabra leída, meditada y orada, Fernando Valera fue introduciendo a todos en un contexto de alabanza porque “a pesar de tantas situaciones de desolación que nos toca padecer a nuestro alrededor, el señor viene para poner en nuestros labios palabras de salvación y de vida para su pueblo”. El mensaje del obispo cuajó en la asamblea y creó el necesario ambiente de reflexión que la lectio divina buscaba entre los presentes.

El trabajo por grupos abrió una reflexión más concreta centrando la mirada en aquellas situaciones que en la diócesis de Zamora necesitamos revivir. Después un café reparador y un breve espacio de descanso antes de volver a la plenaria para escuchar de boca del vicario general, César Salvador, las urgencias pastorales genéricas en las que enmarcar las acciones concretas y revisables que persiguen la conversión misionera de nuestra realidad eclesial. Fueron las tres que presentamos a continuación:

  • Iniciar unas misiones populares para revitalizar la fe de nuestras comunidades, poniendo el acento en el mundo rural. Necesitamos despertar a los creyentes, movilizarlos para que emprendan un camino misionero hacia los alejados.
  • Revisar las estructuras para construir una Iglesia diocesana más sinodal. La misión ya no es solo para unos pocos especialistas, misioneros o curas, los tiempos ya son otros y la Iglesia tiene que revisarse por dentro para dar respuestas significativas y salir de los esquemas de toda la vida.
  • Prestar atención especial a los diferentes ministerios de las comunidades: celebrantes, acólitos, lectores, ministros de la comunión, diáconos, voluntarios de Cáritas… Hay que, además de suscitar estas vocaciones, acompañar a las personas y darles una formación integral para dotarles de herramientas que permitan llevar a cabo su ministerio pastoral.

A las 17:30, los diferentes grupos fueron presentando las conclusiones de sus encuentros que, serán ordenadas, redactadas y enviadas a todas las comunidades cristianas para ir haciendo camino y, entre todos, construyendo una Iglesia más horizontal y participada en la que todos tengan una palabra y sean corresponsables de su marcha.

En la eucaristía de clausura de la I Asamblea diocesana, el obispo se preguntó si preferimos refugiarnos en las excusas del "no hace falta" o del "siempre se ha hecho así", porque eso es lo cómodo. Hoy, tras escuchar la voz de la asamblea, Fernando Valera apuntó en la eucaristía de clausura de esta II Asamblea que “Dios que está presente en la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo y aquí en Zamora” y nos llama a dejar las desilusiones y el inmovilismo. Para recuperar la ilusión que nace de la oración porque, como dice el papa: “Sólo en adoración, sólo ante el Señor se recuperan el gusto y la pasión por la evangelización”.

Insistió también en su homilía en trabajar la responsabilidad compartida en la Iglesia, esa es la sinodalidad, la actitud de la ayuda recíproca y del camino común. En la Iglesia, añadió el obispo “nos ayudamos, nos sostenemos mutuamente y estamos llamados a difundir también fuera un clima de fraternidad”.

Por último invitó a los cristianos de Zamora a trabajar por su tierra, por sus gentes, por los últimos porque “a Dios le importa cada uno, de manera especial, los postergados, los pobres, los refugiados, aquellos que son los últimos en la sociedad.

Las últimas palabras del obispo en su homilía fueron una invitación a ser cristianos valientes en el mundo que nos toca vivir. Es verdad que “somos pocos, menos y mayores” pero estamos llamados a anunciar el Evangelio en una sociedad multicultural, a “llevar el amor de Cristo allí donde la familia es frágil y las relaciones están heridas”.

Es obvio que todo, lo de dentro y lo de fuera, cambia a ritmo vertiginoso. Los paradigmas sobre los que nos movemos son tremendamente dinámicos y complejos. Por eso la inmovilidad no es aconsejable en este tiempo. La conclusión de esta jornada es que no podemos permanecer estáticos. La condición de hijos de Dios nos obliga a revisar constantemente lo que somos como Iglesia, lo que queremos llegar a ser y cómo vamos a conseguirlo. Una tarea que será lenta, pero efectiva. Van llegando pues los nuevos aires del papa Francisco a las diócesis del mundo, también a la de Zamora.

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