11/06/2025
Comunicado de las benedictinas y del obispado de Zamora ante la futura marcha de las hermanas
COMUNICACIÓN DE LAS MONJAS BENEDICTINAS DE OVIEDO, PALACIOS DE BENAVER (BURGOS) Y ZAMORA
Las comunidades de San Pelayo de Oviedo, San Salvador de Palacios de Benaver (Burgos) y La Ascensión de Zamora, junto con su casa dependiente, la comunidad de Santa Escolástica en San José de Costa Rica, hace más de un año iniciamos un proceso de discernimiento conjunto en busca de caminos de VIDA y de cuidado de las hermanas y de nuestro carisma.
Concluida la fase de discernimiento, comenzamos ahora una nueva etapa para llegar a unirnos en una única comunidad en el Monasterio de San Pelayo de Oviedo.
Iniciamos con esperanza los trabajos necesarios para realizar esta unión, conscientes de que no será inmediata dada la complejidad que supone y los diferentes aspectos que es necesario abordar. Más adelante, oportunamente, iremos compartiendo información al respecto. Durante todo este tiempo, tanto la imprenta como la editorial, Ediciones Monte Casino, seguirán trabajando con normalidad.
En este camino nuestras comunidades han estado animadas por el discernimiento conjunto de la Congregación Monástica de Santa Hildegarda, a la que pertenecemos, que nos ayuda a buscar caminos ante el desafío de hacer frente a la fragilidad. Nos mueve, también, el deseo de poder cuidar de cada hermana en su propia etapa vital, y del carisma benedictino que hemos recibido y queremos seguir ofreciendo con alegría a la Iglesia y al mundo.
Os agradecemos la cercanía de siempre, y contamos con vuestra empatía y vuestra oración en este nuevo paso que emprendemos en nuestras comunidades. Quisiéramos ser testimonio vivo de la alegría del evangelio.
“Que en todas las cosas sea Dios glorificado” (RB 57,9)
COMUNICADO OBISPADO DE ZAMORA
La comunidad diocesana de Zamora quiere expresar, con profundo dolor y sincero agradecimiento, su sentir ante la próxima marcha de la comunidad de monjas benedictinas del Monasterio de La Ascensión, donde desde 1961 han vivido y orado de forma constante y silenciosa por esta Iglesia local.
La llegada de estas monjas, veintisiete hermanas procedentes del monasterio de Sahagún de Campos (León), fue acogida con solicitud paternal por el entonces obispo de Zamora, Mons. Eduardo Martinez González. Desde entonces, la comunidad ha ofrecido a Zamora un testimonio luminoso de vida contemplativa fiel a la Regla de San Benito, escrita en el siglo VI por el santo abad de Nursia, y que sigue hoy guiando a miles de hombres y mujeres en su búsqueda de Dios a través de la oración, el trabajo y la vida en fraternidad.
Su día a día se ha estructurado en torno a tres ejes esenciales: la alabanza divina, que las ha convertido en intercesoras incansables por los gozos y sufrimientos del mundo; el trabajo de sus manos, especialmente a través de la editorial e imprenta Monte Casino, modesta pero fecunda, que ha difundido espiritualidad y cultura; y la vida fraterna, vivida con gestos cotidianos de caridad y entrega.
Hoy, en comunión con las comunidades de Palacios de Benaver (Burgos), San Pelayo de Oviedo y la casa dependiente de la comunidad zamorana en Costa Rica, las hermanas emprenden un nuevo camino de unidad y discernimiento, motivado por el deseo de cuidar a cada hermana en su etapa vital, y de seguir ofreciendo su carisma a la Iglesia desde una sola comunidad. Actualmente, la escasez de vocaciones que afecta a toda la vida consagrada, ha sido el factor decisivo para adoptar esta determinación,difícil, pero sostenida por una fe firme, serena y esperanzada: “Dios hará lo demás, en presente, no en futuro”.
La Iglesia local de Zamora siente con pena su partida, pero también con gratitud y esperanza, y desea que en su nuevo destino puedan vivir con plenitud la belleza de su vocación. “Nos duele su marcha porque han sido alma orante de nuestra diócesis”, ha expresado Monseñor Fernando Valera, pero confiamos en que seguirán siendo células vivas en el engranaje del mundo, como ellas mismas afirman, y que su silencio fecundo seguirá dando frutos allí donde el Señor las lleve.
Con ellas, repetimos con profunda admiración las palabras de la Regla: “Que en todas las cosas sea Dios glorificado” (RB 57,9).