Reportajes de Delegación para la Vida Consagrada

13/06/2014

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Vida contemplativa

El domingo 15 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos también la Jornada Pro Orantibus, el día de la vida contemplativa. En la Diócesis de Zamora hay 16 comunidades de monjas dedicadas principalmente a la oración. Reproducimos a continuación el artículo que ha escrito para la hoja diocesana Iglesia en Zamora una de las benedictinas.

Zamora, 13/06/14. La vida contemplativa es, en la Iglesia, una forma radical de vida que nace del Evangelio: “Ven y sígueme”. Y, como todo cristianismo auténtico, es comunitaria, solidaria, alegre, profética y carismática.

Su propósito, constantemente renovado a través de la historia, consiste en hacer presente en la Iglesia y entre los hombres el ideal de la Iglesia Primitiva: perseverar en la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en la oración. Los Hechos de los Apóstoles subrayan vigorosamente el amor que se profesaban los discípulos de Jesús tras la recepción del Espíritu Santo el día de Pentecostés: “Tenían un solo corazón y una sola alma”. La adhesión total a la doctrina y más aún a la persona de Jesús, es la única explicación adecuada de la vida religiosa: “Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”, dijeron los apóstoles. Pero la iniciativa parte del Señor: “No me habéis vosotros elegido, soy yo quien os elegí…”.

La monja, respondiendo a esta elección con el seguimiento, dedica su vida a buscar a Dios en una dimensión pascual y esponsal, fiel a la oración y a la necesaria relación de amistad con Cristo, siendo así presencia en medio del mundo del valor de lo trascendente (“No sólo de pan vive el hombre”).

Su testimonio radica en la sencillez de su vida dedicada a la lectio divina en la que con palabras de San Gregorio Magno “escruta el corazón de Dios en la palabra de Dios”, convirtiéndose así en fuente de luz y alimento que la ayuda a entrar en la dinámica evangélica.

En el Oficio Divino (Liturgia de la Iglesia), con la celebración eucarística como centro, ofrece a Dios –llevando en el corazón a toda la humanidad–, la alabanza, la acción de gracias, la adoración, la intercesión…, sin anteponer nada a la obra de Dios como dice la Regla de San Benito.

El trabajo, no solo como medio de vida, sino como ascesis y oportunidad de colaborar en la obra de la creación, es tarea que dignifica y contribuye a la realización personal de la monja, ya que como dice también la Regla de San Benito “serán verdaderamente monjes si viven del trabajo de sus manos”. Pero es también el trabajo un medio evangelizador que, en nuestro caso se enfoca hacia la difusión (impresión y edición) de cultura y espiritualidad. 

Se desarrolla siempre la vida monástica en un ámbito comunitario cristiano, lugar necesario y básico desde el que proyectar sobre nuestro mundo paz, soledad, silencio y acogida a todo ser humano, desde nuestros propios compromisos monacales: obediencia, estabilidad y conversión de costumbres, conscientes de que solo la apertura y disponibilidad a la gracia y acción del Espíritu hace nuestras vidas fecundas en la gratuidad: don recibido (vocación), don entregado (profesión-consagración).

M. SOLEDAD FERRERO, OSB

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