Entrevista a Ignacio Enríquez, próximo diácono permanente de la Diócesis de ZamoraEste sábado 20 de diciembre, la Iglesia de Zamora vivirá un acontecimiento de especial relevancia con la ordenación diaconal de Ignacio Enríquez, director de Cáritas Diocesana de Zamora. Un paso decisivo en su camino de fe y de servicio, fruto de un largo proceso de discernimiento, formación y acompañamiento, vivido desde la escucha atenta a la llamada de Dios y desde la entrega generosa a los demás.
Con motivo de esta ordenación como diácono permanente, compartimos esta entrevista en la que Ignacio, conocido y querido por muchos como Nacho, abre su corazón y nos acerca a su experiencia vocacional, al sentido profundo de este ministerio y a la vivencia personal de una llamada que transforma y compromete.
¿Cómo sentiste la llamada a este ministerio?
Efectivamente fue una llamada de Dios. Llegó desde una propuesta que nunca hubiera imaginado la grandeza de la misma, me desbordaba desde el principio, y es que uno no se levanta por la mañana y se dice a sí mismo “voy a ser diácono”. Ha sido un proceso de discernimiento, de formación y de preparación, en el que han estado presentes muchas personas que han sido determinantes, con momentos muy duros y otros muy ricos. Cuando te abres al Señor, Él hace de las suyas, se sirve de cualquier rendija o circunstancia para susurrarte al corazón lo que ha soñado para ti. Ahí comenzó el proceso lento de discernimiento al diaconado, en el que das un paso fiándote de Él. Ese don que recibo no es para mí, es para los demás. El viaje de la fe solo se lleva a cabo, paradójicamente, con la increíble certeza en la más grande de las inseguridades. “Sé de quien me he fiado” (2 Tim 1,12). Cuando ganar es perder y perder es ganar. Ahora mismo lo estamos viviendo con toda la ilusión serena de quien no puede controlar casi nada y se sabe realmente indigno e incapaz, pero también con el gozo y la gratitud de un enamorado. Dios me conoce mejor que yo, y si Él nos ha elegido, sabrá por qué lo ha hecho, dónde ponernos y cómo capacitarnos. A mí me corresponde decir “sí”, confiar mucho y disfrutar de la Vida y del mundo al modo cristiano: encarnado pero desprendido, muy alegre y sobre todo muy esperanzado, porque la resurrección es capaz de transfigurar toda cruz.
¿Hubo un momento decisivo o proceso interior claro?
Como san Ignacio de Loyola, “el amor y el servicio son los dos ejes de los ejercicios espirituales”. Creo que los ejercicios espirituales fueron el momento decisivo para este proceso al diaconado. Son un entrenamiento diseñado para dejar de lado todas las afecciones desordenadas y así buscar y hallar la voluntad de Dios con un corazón libre. En ellos se conjugan el silencio, la reflexión, las herramientas para la elección y la confirmación interior. En resumen, son una fase intensiva dentro de un proceso continuo que clarifica el camino vocacional.
¿Cuál es, según tú, la esencia del diaconado permanente?
La especificidad del ministerio diaconal viene dada por la vivencia armonizada de la llamada tríada ministerial: Caridad, Evangelización y Liturgia. El diácono es siervo de la Palabra, servidor de la Mesa y sirviente de los hermanos. Como enseña el Concilio Vaticano II, somos ordenados diáconos no para ejercer el sacerdocio, sino para realizar un servicio (Lumen Gentium, 29).
¿Qué funciones te resultan más significativas?
El diácono es un ministro ordenado que imita a Cristo Siervo, dedicándose al servicio de la Iglesia y del mundo, colaborando estrechamente con los sacerdotes y obispos, sin sustituir nunca la labor del presbítero. El diaconado no es una prótesis, sino un brazo apostólico. No llega como sustituto del presbiterado ni como amenaza al laicado, sino como heraldo del Evangelio. La palabra diácono proviene del griego diakonía, que significa servicio. El diácono es un facilitador dentro y fuera de la liturgia, recordando siempre que el ser precede al hacer.
¿Cómo crees que vas a combinar tu vida familiar, profesional y ministerial?
Este paso no cambia nada, pero lo cambia todo. La vida se ve alterada para el bien de todos, bendecida por la gracia del Espíritu Santo. Mi esposa, Yoli, es el pilar fundamental que sostiene este proceso, viviendo esta vocación con oración, generosidad y entrega. Sin la vocación al matrimonio no es posible la vocación al diaconado. Ambas forman un solo cuerpo. Buscar ese equilibrio es un reto hermoso, donde la vida familiar, laboral y ministerial se viven de forma integradora y armónica.
¿Qué aportan los diáconos permanentes a la Iglesia de hoy?
Los diáconos aportan fidelidad a la vocación y cercanía a la realidad cotidiana. La gente demanda una Iglesia acogedora, cercana, que escuche y hable un lenguaje actual. Desde ahí se puede proponer el Evangelio como sentido de vida y generar una auténtica cultura de evangelización.
¿Cómo ves la misión de la Iglesia local en los próximos años?
Una Iglesia que se adapta a los cambios del tiempo y pone su misión al servicio de las necesidades materiales y espirituales. Una Iglesia sinodal, donde todos tienen su papel y caminamos juntos como miembros del Cuerpo de Cristo. Veo una evangelización más contextualizada, un servicio social más profundo y una reafirmación de la comunidad como faro de esperanza.
¿Con qué mensaje animarías a otros laicos a dar este paso?
Que no tengan miedo. Que se den la oportunidad de discernir y escuchar la llamada de Dios. No tenemos una Iglesia perfecta, pero precisamente por eso somos necesarios todos. Solo desde la corresponsabilidad podremos construir una Iglesia y un mundo más parecidos a los que Dios soñó.
Queremos desear a Nacho la mayor de las suertes en esta nueva etapa de su vida, confiando en que su ministerio diaconal sea fuente de servicio, cercanía y esperanza para toda la comunidad diocesana. Asimismo, invitamos a todas las personas que deseen acompañarlo con su oración a participar en la vigilia que se celebrará este jueves 18, a las 20.30 horas, en la capilla del Seminario.
15/12/2025más info