Reportajes de Anuncio, catequesis y catecumenado

18/10/2014

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Crónica de la Missio

Reproducimos a continuación la crónica escrita por un profesor del encuentro diocesano de catequistas y profesores de Religión, celebrado esta mañana en el Seminario San Atilano. Tras la oración inicial, se acercaron al nuevo catecismo nacional a través de una charla de Juan Luis Martín, y el encuentro terminó con una celebración en la que el obispo realizó la “missio” o envío de profesores y catequistas.

Zamora, 18/10/14. Esta mañana nos reunimos en la Casa de la Iglesia-Seminario San Atilano los profesores de religión y catequistas de la Diócesis para recibir de manos de nuestro obispo la Missio que nos acredita para transmitir la doctrina de la Iglesia en tanto que transmisores y testigos de la fe cristiana a alumnos y miembros de grupos apostólicos o catequéticos. Al contrario de lo que algunos piensan, es el obispo diocesano quien erige cualquier colegio católico y la comunidad religiosa que lo gobierna, estando, por tanto, bajo su responsabilidad las actividades eclesiales y pastorales que en él se desarrollen. Ni que decir tiene las parroquias. Por esto, esta convocatoria y celebración de la Missio pone de relieve que no se trata de una tarea que hacemos en nombre propio sino enviados por nuestro pastor.

La jornada del pasado sábado fue ágil y estuvo completamente diseñada para aprovechar el tiempo. Tras la oración y la completa charla para explicarnos el nuevo catecismo Testigos del Señor, en la que se nos desgranaron los criterios vertebradores del texto, llegó un momento de encuentro entre los asistentes. Una magnífica oportunidad para ponernos juntos a dialogar colegios y parroquias de las mismas demarcaciones territoriales, donde se nos sugería implícitamente el trabajo en la misma línea, diferenciando, claro está, que la clase de religión no es catequesis ni la segunda la primera. Porque a pesar de que el objetivo es próximo, los medios y finalidades se complementan. Y la familia, cuando no falla, es marco cotidiano de vida de fe que aglutina ambas.

Tras el encuentro llegó la celebración de la Palabra y el envío. Austera, sobria y participada. Y quien quiso se dio por enterado que esto es algo eclesial, no de grupúsculos o reductos. Una fiesta de la tarea quizá más urgente de la comunidad cristiana. Anunciar lo que creemos. Porque somos pocos, porque no queremos acabarnos y porque queremos compartir con otros una forma de vida feliz basada en los valores del evangelio.

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